Es cierto que la dualidad entre mente y cuerpo no es algo nuevo ni original del pensamiento de Descartes. Ya Platón, uno de los padres de la filosofía, diferenciaba entre el mundo sensible, aquello que podemos percibir con nuestros sentidos y que está apegado al cuerpo físico, y mundo inteligible, donde se encuentran la ideas puras, el saber verdadero y la idea de bien, entendida esta como el origen de todo lo que es bueno y correcto. A este último plano solo podemos acceder a través de nuestra razón, es decir, a través de la mente y su acción ajena a los sentidos, pues estos apenas nos muestran sombras o representaciones de las ideas verdaderas, de las verdades puras.
Sin embargo, en esta misma línea de pensamiento, Descartes, heredero de la corriente platónica, en un intento por construir un nuevo método para acceder a la verdad, separa de nuevo la mente, el ente puro, del cuerpo, algo así como una cárcel que nos limita y nos miente, puesto que para él nuestros sentidos pueden engañarnos y nuestras percepciones no ser más que eso, sombras traicioneras que nos pueden mostrar realidades que no existen: falsedades.