miércoles, 8 de julio de 2020

Depresión en la Infancia y la Adolescencia: tipos, síntomas y consecuencias.



Durante mucho tiempo se ha pensado que los niños y adolescentes son, por lo general, felices en sus “ignorancia infantil” y en su estado puveril. Sin embargo, al igual que ocurre con los adultos, cada vez más, tal vez auspiciado por el auge de las nuevas tecnologías y redes sociales, que han creado nuevas formas de relacionarnos entre nosotros y de mantenernos siempre alerta en una sociedad tremendamente compleja, los psicólogos nos estamos dando cuenta del incremento que se está viviendo desde principios de siglo en el ámbito de los trastornos emocionales y de ansiedad en los adolescentes de hoy en día. Muchos pensarán que este tipo de situaciones siempre se han dado y que es ahora cuando les estamos prestando verdadera atención, y si bien es cierto que en la actualidad se está poniendo el foco de atención en este colectivo, no se hace sino porque la incidencia de este tipo de trastornos se está incrementando de manera alarmante. Pero empecemos por el principio, ¿por qué es tan importante detectar y tratar la depresión infantil cuanto antes?


Para entender la importancia que está cobrando la depresión en el ámbito de la psicología, y de la salud en general, tal vez sirva como contexto que esta patología se ha convertido en la primera causa de discapacidad en el mundo (con alrededor de 300 millones de personas afectadas). Además, el suicidio, que en muchas ocasiones es derivado de un estado depresivo existente en la persona y que le provoca ideación y conductas de autolisis que en los casos más extremos puede desencadenar en el peor final posible, se ha convertido en la segunda causa de muerte entre los jóvenes de entre 15 y 29 años. 

Hasta ahora, los manuales de psicología de referencia -DSM y CIE- habían hecho poca diferenciación entre la depresión en adultos y en la infancia, tratando el trastorno en las diferentes etapas evolutivas de la misma manera. Sin embargo, en su última actualización, el manual DSM-5 ha incluido un nuevo trastorno que se amolda muchísimo mejor a la problemática observada en estas etapas, haciendo, por primera vez, hincapié en las expresiones concretas que esta problemática evidencia en los menores: el Trastorno de Desregulación Disruptiva del Estado de Ánimo. Este nuevo trastorno se describe con la aparición de síntomas como: irritación crónica, grave y recurrente, en menores de entre 7 y 18 años, que se manifiesta verbal y/o conductualmente. Este nuevo epígrafe, aplicable sólo a menores, no sería el equivalente a la Depresión Mayor en adultos ya que hace hincapié en las particularidades e idiosincrasias de este tipo de trastornos emocionales en la infancia y adolescencia, puesto que debemos entender que el nivel de desarrollo en ambas etapas es muy diferente.

Pero, ¿cómo podemos identificar síntomas de depresión a estas edades tan tempranas? La verdad es que existen grandes dificultades para hallar una buena definición de Depresión Infantil, pero Del Barrio (2002) propone que “la depresión puede entenderse como un cambio persistente en la conducta que consiste en el descenso de la capacidad para disfrutar de los acontecimientos, comunicarse con los demás y rendir escolarmente, que presenta alteraciones de funciones corporales y, frecuentemente, va acompañada de acciones plurales de protesta”. A su vez, hay que diferenciar entre la Depresión -un trastorno que altera la vida cotidiana de la persona y que puede llegar a incapacitarla- y tristeza -que es una emoción normal y que todos sentimos de vez en cuando, puesto que nos sirve para procesar emocionalmente hechos difíciles de nuestras vidas. 

Una vez entendido esto, y apoyándonos en la definición del nuevo trastorno que nos aporta la revisión del DSM, podemos decir que los síntomas más destacados de este nuevo tipo de depresión infantil son: accesos de cólera graves y recurrentes manifestados verbal y/o comportamentalmente que no concuerdan con su grado de desarrollo y que se producen 3 o más veces a la semana; el estado de animo entre los episodios de cólera se puede entender como irascible o irritable la mayor parte del día, casi todos los días; los síntomas han permanecido durante 12 meses o más; los síntomas están presentes en al menos 2 de los 3 contextos habituales del menor (en casa, en la escuela o con sus compañeros) y son graves en al menos uno de ellos; estos síntomas deben estar presentes con un inicio previo a los 10 años, pero nunca se diagnosticarán por debajo de los 6; por último, la prevalencia en niños y adolescentes es de entre el 2% y el 5%.

Podríamos decir que el síntoma central y más importante de este trastorno es la irritabilidad crónica, grave y persistente, es decir, estar siempre a la que salta, a la defensiva y de mal humor. Esto hace que el menor tenga dificultades en su evolución escolar y no disfrute de las actividades lúdicas, lo cual es un problema para la convivencia familair y sus relaciones interpersonales, son chicos a los que les cuesta mucho hacer amigos.

Sin embargo, la creación de un nuevo apartado para tratar de forma más especifica ciertos tipos de depresión en la infancia o la adolescencia, no significa que los trastornos ya conocidos como pueden ser la Depresión Mayor o el Trastorno Depresivo Persistente (Distimia) no sigan dándose en estas edades. En el primer caso, la Depresión Mayor puede venir de la mano de síntomas como una gran tristeza, pérdida, enfado o frustración, un estado de ánimo deprimido casi todo el día, desinterés por las actividades que anteriormente eran placenteras, perdida importante de peso o ganancia de peso sin ningún tipo de dieta, insomnio o hipersomnio, agitación o retraso psicomotor, fatiga o perdida de energía, sentimientos de inutilidad o culpa excesiva o inapropiada, problemas para concentrarse y pensar con claridad, y en el peor de los casos pensamientos de muerte o ideas suicidas recurrentes. Pero, para que se pueda dar el diagnostico de Depresión Mayor a estas edades, deben darse al menos 2 sintomas de forma obligatoria:

  • Estado de ánimo deprimido

  • Perdida del interes o el placer.

La Depresión, no importa a que edades estemos hablando, causa un deterioro en el área social, escolar, laboral familiar, o en cualquier otra área de importancia para el funcionamiento habitual de la persona que lo sufre (a esto se le llama malestar clínicamente significativo). Podemos reconocer a personas con este perfil en aquellos que se muestran tristes y desesperanzados, en ocasiones incluso se piensan que son insensibles, puesto que no parecen mostrar emociones, y en otras ocasiones pueden mostrarse todo lo contrario, ansiosos y agitados. Su estado de ánimo es fácilmente deducible de su conducta y sus expresiones. Además, en algunos casos, pueden mostrarse más irritables y menos tolerantes a la frustración de manera exagerada ante hechos sin importancia aparente. En los niños, es facil ver como estos no sonríen, no parece que tengan ilusión ni confianza en sí mismos, son personas aparentemente asociales o a los que les cuesta mantener e iniciar las amistades. Una señal de alarma a estas edades pueden ser un bajón significativo en las notas del colegio, seguramente debido a la falta de concentración que esta patología les produce. Por último, este tipo de problemas emocionales se suele dar con más frecuencia en niñas que en niños y se inician, normalmente, en la adolescencia temprana, por lo que deberíamos poner nuestro foco de atención en los menores durante este periodo de cambio, pues un diagnostico temprano siempre conlleva un mejor pronostico con el tratamiento adecuado.

Por último, podemos encontrar también el llamado Trastorno Depresivo Persistente, también conocido como Distimia, cuya propia naturaleza, un estado depresivo la mayor parte de los días durante, al menos, 1 año en el caso de los niños (2 años en el caso de adultos), puede hacernos pensar en que este es el estado habitual del menor, y que su personalidad es simplemente retraída, pesimista y con baja tolerancia a la frustración. A veces se les describe como niños tristes o que tienen “la energía por los suelos”. Este trastorno muestra síntomas parecidos al Depresivo Mayor, aunque estos pueden ser más leves, pero se prolonga durante al menos 12 meses y suele cronificarse en todas las etapas, tanto en la infancia, la adolescencia y la juventud.

Pero, ¿cuál es la prevalencia de este trastorno en nuestros menores? De diferentes estudios que han medido los síntomas depresivos en los menores de toda España, se desprende que la depresión infantil ronda al rededor del 4% en la población general, variando según la franja de edad medida -4% de 8 a 12 años y de un 4,3% a un 6,5% en adolescentes-. Los síntomas depresivos mayores suelen iniciarse entre los 11 y los 12 años, siendo mayor la aparición de este trastorno en los chicos hasta los 12 años, sin embargo, a partir de esta edad son las chicas que presentan mayor incidencia hasta la edad adulta, donde es 2 o 3 veces más frecuente que en hombres.

¿Y cuales son las consecuencias de la Depresión en la Infancia y la Adolescencia? Esta patología tiene un gran impacto en el desarrollo personal del menor, afectando a su crecimiento, su desempeño escolar y sus relaciones sociales. Además, si no se trata a tiempo, se corre el riesgo de que esta problemática se extienda a lo largo de la adolescencia y la edad adulta, conllevando posibles problemas laborales e interpersonales futuros. Y es que los trastornos depresivos en la edad adulta pueden ir acompañados de abuso del alcohol o drogas, promiscuidad sexual, conducta delictiva, aumento de la agresividad y Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA). Pero además, en las etapas infantiles también producen síntomas indeseables y que repercuten en muy negativamente en la vida del menor, como pueden ser: baja autoestima, perturbaciones del sueño, apetito desmedido o ninguno, hiperactividad e ideación suicida. Estos problemas causan un gran malestar y deterioro cognitivo no solo en la persona que los padece, sino también en la gente que les rodean, como la familia en la mayoría de ocasiones. La ideación suicida, por supuesto, es el mayor de los temores en este tipo de trastorno ya que el suicidio es la segunda causa de muerte entre los 10 y los 24 años. Estas ideaciones, que en realidad no tienen que ir acompañadas del deseo de llevarlas a cabo, se vuelven patológicas cuando se ven como la única salida para acabar con el sufrimiento que el menor está padeciendo. 

Por eso, es importante que tanto en el ámbito escolar, puesto que tienen un gran contacto con los menores durante todo el año, como desde el de las familias, se estén atentos a este tipo de problemáticas, que se sepan reconocer los primeros síntomas y que se pongan medidas, no solo a nivel individual, sino también de forma comunitaria por parte de las entidades publicas, con programas de intervención, formación para el profesorado y planes de actuación en caso de detección de conductas autolíticas o de ideación suicida. La depresión infantil se ha incrementado con los años y se incrementará aún más en el futuro y por ello debemos estar preparados para actuar con rapidez sobre el problema e iniciar su tratamiento lo antes posible. De esta forma, evitaremos futuros problemas para el menor y para los que le rodean, además de fomentar el desarrollo de adultos más felices y resilientes.

Bibliografía:

-Depresión en la Infancia y la Adolescencia: Identificación, prevención y tratamiento. Maite Garaigordobil, Elena Bernarás y Joana Jaureguizar. Universidad del País Vasco.

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