miércoles, 14 de marzo de 2018

La Respiración y la Vida

Son las pequeñas cosas, aquellas que pasamos por alto, las que producen en nosotros un cambio más significativo y profundo. Los pequeños detalles del día a día a los que no damos importancia van ligados a nuestra salud, tanto física como mental, a nuestra experiencia de la realidad, a nuestra percepción de las cosas, a la forma que le damos a nuestros pensamientos y a cómo almacenamos los recuerdos, a las emociones que experimentamos y al modo en que desarrollamos nuestras relaciones con el exterior, con los demás y con nosotros mismos.



Un ejemplo de ello, de esas pequeñas cosas que hacen en realidad un todo, es la respiración, esa función corporal que damos por sentada, en la que no reparamos hasta el momento en el que nos falta el aire, en que la fatiga se apodera nosotros y el corazón se acelera al ritmo que lo hace también nuestro aliento. Es entonces cuando la respiración, automática y previsible, se revela como un elemento indispensable de nuestro bienestar, y puede que aun ni siquiera entonces le demos la importancia que merece.

Fuente: viajealaesencia.com
Al fin y al cabo, ¿cuál es la importancia de la respiración? ¿Qué diferencia puede haber entre ser conscientes de ella y seguir como hasta ahora, dejando que nuestro organismo se encargue en piloto automático del intercambio de gases? Pues en realidad, mucha. Y es que la principal función de la respiración es incorporar el oxígeno del aire a nuestro organismo a través de los pulmones y, más concretamente, de los alveolos pulmonares donde es llevado hasta nuestra sangre. Una vez en el torrente sanguíneo, el oxígeno es distribuido por todo nuestro organismo, músculos y órganos. De entre todos ellos, es el cerebro el mayor consumidor de oxígeno de nuestro cuerpo, necesitando un aporte continuo del 20% del total de lo que consumimos y esto, si tenemos en cuenta que el cerebro supone solo el 2% de nuestra masa corporal, es una barbaridad.

De este modo, y teniendo en cuenta que el cerebro, el órgano que se encarga de percibir la realidad, de formar nuestros pensamientos, de realizar nuestras elecciones diarias, almacenar nuestros recuerdos y controlar nuestras emociones, es el mayor consumidor de oxígeno de nuestro organismo, también es adecuado advertir que es especialmente sensible a la falta del mismo.

Así que sí, la respiración se convierte en un elemento indispensable de nuestro bienestar físico y mental, y más concretamente la forma en que la llevamos a cabo. Si es superficial y rápida, nuestros alveolos no tendrán tiempo de absorber todo el oxígeno que necesita nuestro organismo (y nuestro cerebro tirano) y, lo que no es menos importante, los pulmones no podrán deshacerse de forma eficaz del dióxido de carbono, tóxico, que generamos con nuestro metabolismo.

Esta respiración superficial, rápida y agitada es a lo que llamamos hiperventilación y se produce, por norma general, cuando nos encontramos en momentos de estrés elevado, estamos asustados y/o nerviosos. Cuando esta situación se prolonga durante mucho tiempo, y se vuelve crónica, es cuando podemos estar hablando de problemas de ansiedad, que van acompañados de sensación de ahogo, opresión en el pecho, calor, mareo, hormigueo, visión borrosa, irritabilidad, etc.

Pero, ¿qué podemos hacer para controlar esta situación?¿Cómo evitamos que una inadecuada respiración nos lleve a tener problemas potencialmente graves en el futuro? Para esto se han desarrollado una gran cantidad de técnicas de respiración que, a los sumo, son la base de las técnicas de relajación que podemos encontrar tanto dentro de la práctica psicológica como en corrientes tan diferentes como el yoga o la meditación. Sin embargo, en el fondo, todas responden ante el mismo principio: una respiración controlada y profunda es indispensable para el correcto funcionamiento de nuestra mente.

Básicamente, existen tres tipos de respiración que, con la práctica, es fácil dominar:

Por una lado tenemos la Respiración Torácica. Se eleva el pecho al respirar y baja al exhalar. De esta forma, el aire ocupa la parte alta y media de los pulmones.

Otra forma es la Respiración Abdominal o Diafragmática, donde el aire entra y sale de los pulmones gracias al movimiento del diafragma (bajo las costillas). De esta forma, al respirar se eleva la zona del abdomen y el aire ocupa la parte baja, media y alta de los pulmones.

La tercera forma sería una Respiración Mixta, una combinación de ambos movimientos donde puede que uno sea preponderante sobre el otro.

Por lo tanto, dominando estas 3 formas, que a la postre pueden resumirse en dos y su combinación, tendremos a nuestra disposición una potente herramienta con la que combatir los síntomas de la ansiedad y mejorar nuestro funcionamiento diario, puesto que si esta es un estado nervioso adverso ligado a una respiración anómala y superficial, el estado contrario, es decir, la relajación y el bienestar, es a su vez fruto de una respiración profunda, controlada y pausada. 

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