En psicología, podríamos decir que el amor es un tipo de enajenación mental transitoria que limita, o impide, el buen uso del raciocinio y la necesaria concentración mental en la ejecución de diversas tareas cognitivas. Es algo así como una explosión emocional que va acompañada de obnubilación mental, euforia y ansia por unirse a otra persona. En este estado, las cualidades del ser querido están idealizadas, sobredimensionadas, y la relación amorosa se convierte en un objetivo vital prioritario por encima de casi todos los demás.
Los sentimientos que acompañan a este estado emocional son tanto eróticos como románticos. La atracción se convierte en un elemento imprescindible en el enamoramiento, aunque no es una causa suficiente para producirlo. Cualidades que contribuyen a generar una atracción hacia otra persona son:
- El Atractivo Físico: El enamoramiento supone un acercamiento y este es más favorable si la persona es atractiva. En nuestra sociedad lo bello está asociado a lo bueno y al éxito personal. Además, induce una reacción de atracción sexual que favorece aún más el acercamiento y el interés por dicha persona.
- Situaciones con alto nivel de activación: situaciones como fiestas, celebraciones, aventuras intensas, ambientes excitantes y situaciones con un elevado grado de excitación, inducen un elevado estado de activación que potencia el atractivo físico y facilita el enamoramiento.
- Similares cualidades personales: según experimentos clásicos en psicología, la gente se ve atraída por aquellos que tienen atributos personales que se asemejan a los propios y tienden a formar pareja con estos.
- Factores que compensan la disparidad: existen factores que compensan la disparidad en el atractivo físico y establecen una especie de “equidad”. Por ello, personas que son físicamente atractivas se emparejan con otras que no lo son tanto pero que poseen otras características que resultan atractivas (inteligencia, patrimonio, etc.).
Estudios clásicos han demostrado que a las personas atractivas se les atribuyen rasgos más deseables, mayor éxito profesional y conyugal, así como mayor felicidad. Sin embargo, la realidad es que la únicas diferencias con las personas que no son tan atractivas son la popularidad y las habilidades sociales, sobre todo con el sexo opuesto, ya que, al ser más atractivos, han tenido la oportunidad de interactuar más y han disfrutado de mayor éxito en las relaciones interpersonales solo por su apariencia física.
Aun así, otros atributos personales favorecen también la atracción, pero estos actúan en un segundo plano, ya que es necesario algún tipo de conocimiento de la persona para percibir la presencia de los mismos.
Uno de los factores que regula el efecto del atractivo físico es lo cerca que nos encontremos físicamente, a la que llamaríamos proximidad, o psicológicamente, a lo que llamaríamos similitud, de la otra persona:
- Proximidad física: la proximidad física se ha demostrado como un factor de atracción interpersonal. Ya en 1950 Festinger, Schachter y Back demostraron que las personas establecían relaciones de amistad más frecuentemente con personas del mismo vecindario. Esto se puede explicar por el “Efecto de Simple Exposición”. Este dice que la exposición prolongada de un estimulo produce familiaridad y adquiere connotaciones positivas.
- Similitud: nos sentimos más cercanos a las personas que comparten actitudes y valores esenciales, haciendo más probable que iniciemos una relación con estos antes que con quien tenemos discrepancias en temas fundamentales. Por lo tanto, pese a que en primera instancia sería el atractivo físico lo primero que guía nuestra elección, con el tiempo esto varía y nos acercamos a personas con las que compartimos ciertas creencias y valores. Además, esta similitud contribuye a una relación estable, buena y duradera.
Pero todos estos apuntes sobre factores que influyen en el enamoramiento no sirven de nada si no existe una reciprocidad, es decir, que la otra persona muestre a su vez el mismo interés en ti. Este interés mutuo funciona a modo de retroalimentación positiva y facilita que aparezcan conductas para el establecimiento de una nueva relación.
Una vez establecida una relación amorosa, y como siguiente paso, pasaríamos a hablar de la consolidación de la pareja. Es en este momento cuando dos factores que hasta el momento no parecían importantes cobran especial relevancia: la intimidad y el compromiso. Estos factores entrarían dentro del llamado “Triangulo de Stenberg”, donde los amantes se convierten en confidentes, se apoyan el uno al otro, se alegran de la felicidad de su pareja, comparten emociones y se echan de menos al estar separados. Pero esto será en un próximo artículo.
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